7 de Julio Día de la Conservación del Suelo
- Prof. Juan Carlos Falcón
- 4 jul 2017
- 7 Min. de lectura

El suelo no es simplemente lo que pisamos
Si nos dejáramos llevar por la cotidianidad de nuestro existir, pensaríamos que el suelo que pisamos es simplemente eso, un estrato que sirve de sustento para trasladarnos de un lugar a otro, sin reparar en la complejidad que éste presenta y lo susceptible que se manifiesta al accionar del hombre. Si lo analizamos más exhaustivamente notaremos que además de ser el depositario de una serie de elementos necesarios para el crecimiento de las plantas, el suelo constituye una capa dinámica en la cual se llevan a cabo, constantemente, una cantidad de procesos físicos, químicos y biológicos de altísima complejidad. Por lo tanto el suelo, lejos de ser una porción del planeta muerta y estática, es una zona cambiante y de continuo desarrollo. Éste tiene la particularidad de ajustarse a las condiciones climáticas, a la topografía y a la vegetación experimentando cambios, si alguno de estos factores enunciados se modifica.
Por tratarse de la zona con la que el hombre tiene mayor contacto, el suelo se encuentra en un delgado equilibrio debido a la permanente erosión que sufre por este accionar antrópico, ya que es de vital importancia que sus componentes minerales y orgánicos mantengan ese balance sin ser perturbado, de manera tal que los procesos, físicos, químicos y fundamentalmente biológicos por parte de los organismos autótrofos, se puedan desarrollar con total normalidad.
MANEJO DEL RECURSO SUELO
Es de imperiosa necesidad identificar los problemas críticos que devienen de los proyectos de desarrollo que impliquen la alteración de los perfiles del suelo, esto genera un impacto ambiental sobre este recurso y compromete paralelamente cantidades significativas de aguas tanto superficiales como subterráneas. El manejo del suelo de manera sustentable permite la conservación de nutrientes, menor carga de agroquímicos, optimización de los recursos hídricos subyacentes, menor pérdida de biodiversidad y mayor eficiencia en rendimiento para la agricultura.
Este complejo sistema dinámico posee sus propios ajustes, los cuales son lentos y progresivos, hecho que conocemos como dinámica del suelo. Al mismo tiempo se ve expuesto a las variaciones producidas por los fenómenos naturales vientos, lluvias, temperaturas que producen alteraciones de distinta índole a las que denominamos como degradación natural. Pero en muchas ocasiones este proceso se ve notablemente acelerado por hechos de características antropogénicas lo que redunda en una destrucción del recurso y una pérdida significativa de la calidad del mismo.
Las formas de degradación natural, con las que el hombre debe lidiar y ajustar sustentablemente son la Erosión acelerada en la que se produce un desplazamiento de componentes del suelo por diversos agentes como el agua y el viento, lo cual genera la improductividad del mismo, y la Salinidad y sodificación del suelo: Acumulación excesiva de sales solubles en la parte donde se desarrollan las raíces de los cultivos y el monocultivo que acelera el agotamiento de los suelos por pérdida de nutrientes .
Entre las degradaciones de características antropogénicas se encuentran el Encostramiento y compactación, la Contaminación química, la Pérdida de Nutrientes y el Sellado y Urbanización.
En este caso las que nos ocupan son, en primer lugar, la Contaminación Química que es aquella que se produce cuando un lixiviado[1] contaminante penetra en el suelo, hecho que se produce por el uso excesivo de fertilizantes y biosidas para el control de plagas y enfermedades; y en segundo término, pero no menos importante, la Pérdida de Nutrientes producto de la sobreexplotación y el monocultivo lo que expone al suelo a un empobrecimiento gradual o acelerado dejándolo con baja fertilidad e improductividad agraria, promoviendo, al mismo tiempo y a la larga, una tendencia a la erosión, con los costos que esto implica. Además esta tipo de producción agrícola favorece la aparición de plagas, razón por la cual es necesario utilizar mayores cantidades de plaguicidas de acción prolongada
Otro aspecto a tener en cuenta es el tipo de agricultura según la magnitud de la producción y su relación con el mercado, en tal sentido es la preocupación manifiesta para que esta se desarrolle de manera sustentable. Específicamente nos referimos a la agricultura industrial la que se producen grandes cantidades, utilizando costosos medios de producción, para obtener excedentes y comercializarlos. Sus métodos están basados en sistemas intensivos, orientados a producir mayor cantidad de alimento en una relación inversamente proporcional al tiempo y espacio, generando costos ecológicos devastadores solapados en beneficios económicos. Este tipo de actividad produce un gran impacto ambiental, poniendo en riesgo la biocapacidad[2] e incrementando la huella ecológica[3]. Cabe mencionar, en este sentido, que la disponibilidad de recursos respecto a la necesidad de producir los bienes de consumo, guardan una estrecha dependencia entre sí, pues la relación que existe entre biocapacidad y huella ecológica nos ofrece posibilidad concreta de discernir, si estamos o no en presencia de una actividad agrícola sustentable, pues si la primera es superada por la segunda, la misma es NO SUSTENTABLE.
AGRICULTURA Y MEDIO AMBIENTE
El impacto de la agricultura sobre el Medio Ambiente es significativo y es preciso tomar medidas paliativas que nos permitan mitigar estos efectos y proteger los recursos, desarrollando estrategias innovadoras que nos conduzcan a una agricultura sustentable. Debemos enfocarnos en dar solución a problemas tales como:
Contaminación de aguas subterráneas y capas freáticas por lixiviados de derivados de nitrógeno y fósforomagnesio y/o su posterior escurrimiento hacia ríos y lagos.
Contaminación por residuos de pesticidas del suelo, agua y aire.
Desequilibrio de la biocenosis[4] por el uso indiscriminado de pesticidas.
Afectación de las características físico-químicas del biotopo[5]
Contaminación por desechos orgánicos
Erosión del terreno.
Agotamiento de los suelos por pérdida de nutrientes.
Agotamiento de minerales del suelo.
Salinización del suelo en zonas secas.
¿Qué es la rotación de cultivo?
Este método consiste en alternar plantas de diferentes familias y con necesidades nutritivas distintas en una misma parcela durante diferentes ciclos de cultivo, con esto se logra que el suelo no se agote y que las enfermedades que afectan a un tipo de plantas se perpetúen en el tiempo, mejorando, así, la eficiencia del suelo.
Opiniones de los profesionales
“El suelo agrícola configura el soporte más sólido de la economía de nuestro país y conservarlo se torna imprescindible para garantizar el bienestar de todos los habitantes de la Nación, en consecuencia, impera la necesidad de reflexionar sobre la importancia de proteger nuestros suelos productivos, verdadera fábrica de alimentos”. Roberto Casas, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales (CIRN) del INTA.
En principio la idea de este proyecto es crear una medida para desterrar el monocultivo de la actividad agrícola, con el objeto de recuperar los suelos, evitando su agotamiento y aumentando la productividad del mismo, conjuntamente con otros beneficios que se detallan más adelante, según se desprende de los informes de especialista en la materia, y que detallamos a continuación.
“Los suelos producen cinco veces más con rotación de cultivos
Un ensayo del INTA Paraná, Entre Ríos, determinó que esta estrategia de manejo protege los recursos naturales, favorece la infiltración del agua, previene la erosión y conserva los nutrientes.
Comparada con el monocultivo de soja, la rotación de cultivos disminuye la pérdida de suelos de 5.000 a 1.100 kilos por hectárea por año, lo cual permite conservar nutrientes y quintuplicar la capacidad productiva. Los datos se desprenden de una investigación realizada por el grupo Recursos Naturales del INTA Paraná –Entre Ríos–, que además determinó que esa práctica reduce a la mitad la pérdida de agua por escurrimiento superficial.
Carolina Sasal, técnica de ese grupo, destacó la importancia de incorporar como estrategia la rotación de cultivos bajo siembra directa –maíz, trigo/soja– por considerarla “una práctica adecuada para proteger al suelo, favorecer la infiltración del agua y prevenir la erosión”.
De acuerdo con la investigadora de Paraná, “los monocultivos, aun bajo siembra directa, pueden generar una importante pérdida de suelo por erosión hídrica y disminuir la productividad debido a la pérdida de nutrientes y carbono”. De hecho, durante la última campaña, el monocultivo de soja registró pérdidas por escurrimiento de nitrógeno y fósforo de 18 y 6 kilogramos por hectárea, respectivamente, mientras que la rotación de cultivos redujo las pérdidas en un 30%.
Un trabajo del proyecto Precop II del INTA (2009) comprobó que, sembrada sobre rastrojo de maíz, la oleaginosa rinde en promedio 600 kilos más por hectárea, comparado con un ciclo soja/soja. Así, podría aumentarse el área de siembra de maíz a 1,2 millones de hectáreas sin afectar la cadena sojera.
En un contexto mundial en el que se estima que la demanda de agroalimentos crecerá un 70% en los próximos 40 años, la producción sustentable y la conservación de los recursos naturales ocupan un rol clave.”
Si bien la protección de los recursos naturales y el advenimiento hacia una profunda conciencia ambiental en pos del desarrollo sustentable, debe formar parte de nuestra ética y moral ciudadana, es el Estado quien debe garantizar un ambiente sano y preservarlo tanto para el desarrollo humano como para todas las actividades productivas según se establece en el Art. 41 de la Constitución Nacional. Por tal motivo se plantea la necesidad de generar un control de la producción sustentable sin afectar los ciclos productivos y económicos del sector, aportando, al mismo tiempo, pautas para evitar el agotamiento de los suelos y el mejor aprovechamiento de los nutrientes del mismo.
Como corolario de lo expuesto es menester hacer hincapié respecto de las ventajas concretas que ofrece el desarrollo sustentable de este recurso, entre los cuales podemos citar:
Evitar agotamiento de los nutrientes del suelo.
Menor utilización de productos químicos para el control de plagas y malezas.
Optimizar la utilización de agua para los cultivos de regadío.
Disminuir la erosión.
Control de la producción y planificación de las exportaciones.
Evitar la contaminación de aguas subterráneas y capas freáticas por lixiviados de productos químicos y/o su posterior escurrimiento hacia ríos y lagos.
Aporte significativo al ciclo de producción de biocombustibles y consecuente generación de nuevos puestos de trabajo.
Mejoramiento en el rinde, con la consecuente mejora de los costos/beneficios.
Aumento de la reserva de humus promoviendo un suelo más sano y más vivo.
Retorno de un porcentaje de la producción de biocombustibles para abastecer insumos del productor agrícola.
[1] Producto resultante de una lixiviación. “Lixiviación” proceso en el que un disolvente líquido se pone en contacto con un sólido pulverizado produciendo la disolución de uno de los componentes del sólido, y posteriormente comenzar su escurrimiento hacia las capas inferiores del suelo.
[2] Es una medida de la cantidad de tierra y agua biológicamente productiva para el consumo humano
[3] Es la capacidad biológica necesaria para producir bienes y servicios consumidos como así también asimilar los residuos que produce.
[4] Son todos los organismos vivos del planeta
[5] Es todo lo físico que rodea a los seres vivos (suelo, agua y aire).
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